Por Sergio Barriga Kreft
26-Jul-1982
Hoy en día, sin ser algo extraordinario, aún se mira con cierta extrañeza el hecho que una mujer sea piloto. Extrañez que se transforma en asombro si se trata de una mujer piloto comercial.
Podemos entonces imaginar la impresión que causó hace 52 años, cuando la aviación deportiva nacional daba sus primeros pasos en los cielos de la Patria, el que una bella y joven muchacha obtuviera su licencia de piloto.
GRACIELA COOPER GODOY, desde pequeña había sentido especial atracción por los aviones y su mayor anhelo era llegar un día a pilotear uno de ellos.
Quiso el destino que cierto día en el año 1929, el comandante Arturo Merino Benítez, quien andaba en busca de un lugar apropiado para construir el futuro Aeropuerto de Santiago, llegara al fundo Santa Teresa de Lo Ovalle, que era propiedad de sus padres.
Santa Teresa de Lo Ovalle estaba ubicado en terrenos colindantes con aquellos donde hoy en día, precisamente, está el aeropuerto Arturo Merino Benítez, lo que demuestra el ilustre precursor, quien ya en aquel entonces vislumbró que esa ubicación, alejada de lugares poblados, se prestaba para el desarrollo futuro de las actividades aéreas.
El entusiasmo con que el Comandante se refería al futuro de la aviación nacional, hizo que aumentara el interés de GRACIELA COOPER por llegar a ser piloto y hacia ello dedicó todos sus esfuerzos.
Un día en que debió acompañar a su madre a Santiago para hablar con el Comandante Merino, referente a detalles de la posible venta del fundo para la construcción del proyectado aeropuerto, aprovechó aquella oportunidad para preguntarle cómo podía llegar a ser piloto.
Éste al ver el interés de aquella muchacha de 22 años, le contestó que precisamente estaba contemplando incluir algunas damas en el primer curso para pilotos civiles, que el Club Aéreo de Chile, del cual él era presidente, estaba próximo a iniciar.
GRACIELA COOPER, contando con el permiso de su madre, presentó su solicitud de ingreso al Club Aéreo, donde se le indicó que debía acompañarla con la recomendación de algún piloto de la entidad. Como no conocía a ninguno, volvió donde el Comandante Merino, a quien contó el problema a que se veía enfrentada.
Merino le dijo, “Pero a usted yo la conozco”, por lo que se atrevió a preguntarle si él estaría dispuesto a otorgarle la recomendación exigida. “Con toda el alma” fue su respuesta.
Solucionado este escollo, su solicitud quedó pendiente junto a las de otras jóvenes, que querían optar a una de las dos becas que el Club Aéreo había acordado sortear entre todas ellas.
A los pocos días se le informó que junto con la señorita Clemencia Echeverría, había sido favorecida con una beca, citándosela a presentarse en el aeródromo “El Bosque”.
Llena de indescriptible júbilo llegó hasta el campo de la aviación militar en Lo Espejo, donde se le indicó que saldría a volar en un biplano Cirrus Moth con el Capitán Rafael Sáenz Salazar, quien haría una evaluación de sus posibles condiciones como piloto.
Durante el vuelo el Capitán Sáenz observó atentamente sus reacciones ante las maniobras que él ejecutaba con el biplano y luego de cierto tiempo volvieron a aterrizar.
Después de un rato se le notificó oficialmente que quedaba aceptada como alumno piloto y que su instructor sería el mismo Capitán Sáenz.
Instrucción teórica no existía en aquellos años, por lo que iniciaron de inmediato los vuelos, los que se realizaban de preferencia los fines de semana en los Cirrus Moth, en los que GRACIELA COOPER, poco a poco fue ganando experiencia hasta lograr cierto dominio sobre ellos.
Sin embargo, a pesar de los progresos alcanzados y de la confianza que sentía en sí misma, no la dejaban volar sola. Indudablemente era mucha la responsabilidad que el Club Aéreo tenía ante sí. No olvidemos que estamos hablando del año 1929 y que era la primera vez que una mujer recibía instrucción de vuelo en Chile.
En una ocasión GRACIELA salió a volar con el Teniente Humberto Díaz quien le consultó sobre la razón por la cual aún no la autorizaban a volar sola, si en su opinión ella pilotaba tan bien.
Para demostrárselo, efectuaron 3 circuitos de tránsito alrededor de la cancha con sus respectivos aterrizajes, durante los cuales el Teniente Díaz puso sus manos en los montantes de las alas, para que la muchacha viera que él no intervenía para nada en la conducción del avión.
Estimulada con esta muestra de confianza, decidió solicitar a su instructor que le permitiera volar sola.
El 24 de octubre de 1929 insistió tanto, que el Capitán Sáenz después de aterrizar, sin detener el motor se bajó del avión en la mitad de la pista y le dijo “Porfiada, a pesar que hoy ha volado peor que nunca, si quiere puede irse sola”.
GRACIELA COOPER, sin pensarlo dos veces puso motor y despegó, sintiendo mientras se elevaba una felicidad como jamás había experimentado.
Su sueño se había hecho realidad.
El vuelo lo realizó con toda perfección y lo único que extrañó, era que el avión estaba mucho más liviano por la falta de instructor.
Al aterrizar fue felicitada en forma entusiasta por todos sus compañeros y Jefes de la Aviación Militar, siendo el más contento de todos era su instructor.
La instrucción continuó su ritmo normal y meses más tarde los vuelos comenzaron a realizarse en el recién construido Aeropuerto Los Cerrillos, a donde el Club Aéreo estaba trasladando sus instalaciones.
Normalmente era César Coppeta, el primer aviador que en 1910 había volado en Chile, quien pasaba a buscarla a su casa de calle Blanco Encalada, para llevarla hasta Los Cerrillos, lo que la hacía objeto de las bromas del resto de los pilotos del Club.
Todo sucedía dentro de la mayor normalidad, hasta que el 1° de febrero de 1930 salió a volar con su instructor, pero esta vez como pasajero, pues se trataba sólo de un vuelo de placer. El Capitán Sáenz había consultado al mecánico de cancha cuál era el mejor avión, a lo que éste le había recomendado el Cirrus N°2. GRACIELA tuvo un pequeño sobresalto y sintió rechazo ante la idea de volar en ese avión, ya que se sabía que experimentaba algunos problemas con el acelerador.
Sin embargo prefirió guardar silencio y salió con su instructor.
No bien habían despegado cuando el motor se detuvo bruscamente, perdiendo velocidad el avión y cayendo violentamente sobre una casa que había cerca del Aeropuerto. Casa y avión quedaron completamente destruidos y ambos pilotos heridos. GRACIELA COOPER sufrió un corte en la cara y lesiones en la columna que obligaron a su inmediata hospitalización.
No obstante este grave accidente, su interés por la aviación no decayó, y por el contrario, tan pronto fue dada de alta reinició sus actividades de vuelo.
Finalmente, el sábado 26 de julio de 1930, ante una comisión designada por el Club Aéreo de Chile rindió examen, siendo designado examinador de vuelo el Capitán Carlos Montecino.
Este acontecimiento fue ampliamente difundido en prensa de la época y en medio del aplauso de los asistentes fue aprobada, recibiendo la licencia de piloto N ° 106.
GRACIELA COOPER había alcanzado un anhelo largamente acariciado y a pesar de que muchos la consideraban loca, por atreverse a volar en aquellos aviones, continuó con sus actividades de vuelo y cada vez que podía dirigía sus pasos al Aeropuerto, donde disfrutaba volando en los CIRRUS.
Contando con poco más de 100 horas de vuelo, contrajo matrimonio con el Ingeniero Humberto Fazzini, quien le rogó que dejara de volar “en aquellos aviones que estaban tan golpeados”, prometiéndole a cambio que le regalaría uno nuevo.
El amor que todo lo puede hizo que GRACIELA renunciara a sus actividades de vuelo, en espera de aquel avión nuevo “que nunca llegó”.
En 1953 solicitó su reingreso al Club Aéreo de Chile y volvió a sentir la emoción de volar sola, esta vez en los Aeronca. Lamentablemente por motivos de salud, se vio obligada definitivamente a renunciar a este deporte que tanto la apasionaba.
Hoy, en su retiro hogareño, GRACIELA COOPER atesora en su corazón estos hermosos recuerdos, de la época romántica de la aviación.
Sus ojos se iluminan mientras revisa antiguas fotografías de aquel tiempo, mientras dice con emoción: “La aviación lo ha sido todo en mi vida, y lo único que yo les recomendaría a las jóvenes es que vuelen, que lo más lindo es volar”.
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