En épocas pasadas y hasta no hace muchos años, el anacronismo de una sociedad que, de acuerdo a la costumbre tradicional, mayoritariamente en los países latinos, limitaba el accionar de la mujer y le impedía su participación con expansión en actividades que los hombres habitual y normalmente nos reservábamos el privilegio exclusivo de ejercerlas, siendo en la vida moderna, algunas de tales actividades, el pilotaje de aeronaves y otras de carácter técnico en el ámbito aeronáutico.
A pesar de aquel proteccionismo limitante, que ahora es cosa del pasado, Graciela Cooper, muchacha que se atrevió en 1929 a dar el salto para enganchar en el aire, tuvo el honor de ser la primera mujer chilena que logró el título de Piloto de turismo en el Club Aéreo de Chile-Santiago, con lo que dio un ejemplo que sería seguido por varias otras jóvenes, de futuras generaciones. Una de ellas, Margot Duhalde Sotomayor en 1938, que alcanzaría metas de gran relevancia en aviación, incluso frente a horizontes muy distantes de nuestra patria y aún durante un largo, difícil y oscuro periodo para la humanidad, como fue aquel de la tormenta desatada por la Segunda guerra mundial. Donde Margot se desempeñó con eficiencia y valentía como piloto en el Servicio Auxiliar de Transporte Aéreo (ATA) en Gran Bretaña.
Con su actuación destacada en el ámbito aeronáutico por muchísimos años en Chile y en el extranjero, y al haber sido reconocidos y premiados sus meritorios esfuerzos, Margot abrió ampliamente una nueva etapa de protagonismo para la mujer chilena en el ámbito aeronáutico. Teniendo acceso así al desempeño como piloto al mando de aeronaves, con todos los derechos, responsabilidades y obligaciones inherentes al ejercicio profesional de la aviación, y en el vuelo de turismo y utilitario de los clubes aéreos, pudiendo ahora remontar con gran propiedad el ascenso hacia la transparencia del aire y entrar en las extensas y azules profundidades del espacio aéreo, donde los vientos fluyen libres y se puede apreciar con amplitud horizontal y vertical, la maravillosa inmensidad de la naturaleza, con sus diferentes formas y colores.
Pero a través del ciclo de vida que conocemos, los días pasan dejando en todo su huella, y en el transcurso de su eterno viajar, reclama la cuota de personas a quienes debe llevarse. Así después de haber tenido la satisfacción de ver realizados sus anhelos y el reconocimiento del deber bien, cumplido durante su gloriosa y larga trayectoria en aeronáutica, finalmente llegó el momento de cierre del último capítulo de su historia y en horas de la madrugada estival del mes de febrero del año 2018, Margot emprendió el vuelo silente. Tal vez, recordando el ruido del motor de su tan admirado avión caza Spitfire, que tantas veces llevó en vuelo ferry hasta las bases de la Real Fuerza Aérea, durante los años del segundo conflicto bélico, después oyendo el eco, que se apagaba paulatinamente, mientras se desdibujaba y desvanecía la silueta de aquel aguerrido “corcel” aéreo, más allá del tiempo y la distancia.
Margot Duhalde Sotomayor, mujer alada de perseverancia ejemplar, supo hacer su contribución a las actividades de aeronáutica multifacéticamente. Organizando, asesorando, controlando, piloteando aviones y transmitiendo sus conocimientos y experiencia a través de la instrucción. Otorgando en todo aquello, importancia especial a la presencia femenina y teniendo siempre bien definidos y orientados los objetivos que deseaba alcanzar.
Hugo Marín Lezaeta
04-Mayo-2018
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